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31.10.05

El Soltero Provisional

Contesto el teléfono y escucho la voz de mi amigo J. que me hace la temida pregunta:

- ¿Aló? ¿Y entonces, que? ¿Te volviste a quedar soltero?

La preguntita - que siempre viene hecha con un tonito de sorna, pero con algo de expectativa implícita también - es asunto de curso obligatorio cada vez que mi mujer sale de viaje.

Les explico. La naturaleza del trabajo que mi esposa N. desempeña le obliga a viajar fuera del país con alguna frecuencia. Generalmente son viajes cortos, como de tres a cinco días cada vez, de esos de agenda saturada y sin siquiera un tiempito libre para una incursión a un "shopping mall" - de esas sin las que ningun viaje es viaje para la mayoría de las mujeres.

Sucede que es invariable que, en cada ocasión que ella tiene que salir de viaje, tenga yo que recibir una llamadita por teléfono con la consabida pregunta - o alguna variante de la misma. Y es que en realidad temo el momento en que suene el teléfono y algun conocido me recuerde que vuelvo a ser "soltero" de manera temporal.

Les cuento que yo soy del tipo de marido tranquilo y caserito. No pretendo con esa confesión ni "hacerme barra" yo mismo para quedar bien, ni encubrir - lo que sería harto torpe - vicios ocultos en mi personalidad. La verdad es que, simple y llanamente, así es como soy. No soy mujeriego, en parte porque la verdad nunca desarrollé el "talento" de la palabra zalamera que se requiere para las conquistas fáciles y breves; ni poseo - a pesar de que no carezco de mi amorcito propio - el porte físico que le allana buena parte del camino a los donjuanes; ni - lo mas importante de todo - tengo la inclinación a serlo. Tampoco soy ni tomador ni parrandero. Mi "receta" es un traguito de whisky que siempre disfruto mejor en la tranquilidad y seguridad de mi hogar. Y como, para terminar de redondear, nací con dos pies izquierdos, pues tampoco soy dado a salir a bailar.

Dadas esas condiciones (¡Que barbaridad, que tipo mas aburrido soy!), se imaginarán que el hecho de que mi media naranja salga de viaje, no representa para mi oportunidad alguna de escaparme y tirar la provervial canita al aire, que mas de uno aprovecharía sin parpadear ni pensarselo dos veces.

Marginalmente he de acotar que, de haber tenido yo una naturaleza mas dada a perseguir faldas y andar "de pachanga", tampoco me habría sido nunca posible. Mi esposa N. desarrolló, desde el inicio de nuestra vida conyugal, la habil estrategia de dejarme copado cada vez que sale de viaje. Siempre me deja una agenda preestablecida de compromisos:

- Mami te invitó a almorzar el lunes, y mi hermana L. dice que vayás en la noche a cenar a su casa. El martes dice tu mamá que vayás allá porque te quiere hacer un arrocito con pollo, y tus hermanas dicen que porqué no las llevas a comer en la noche. El miércoles...

Etc, etc.

Y para llenar los intersticios entre una comilona y otra - en las que siempre estará allí presente o una pariente o una amiga, a la que estoy seguro se le encomendó vigilarme de cerquita; no vaya a ser que aproveche yo para descarriarme - también me deja una lista de seis o siete páginas de tareas que tengo que llevar a buen término mientras ella este fuera. Siempre me queda encargado llevar a los perros al veterinario, recoger la ropa en la tintorería, hacerle a ella algun pago pendiente de la tarjeta de crédito, algo que tengo que pintar o reparar en la casa, cortar el pasto ... ¡Aun así yo lo haya cortado dos días antes de que ella se vaya!

Adicionalmente a lo anterior, durante todo el viaje recibo de ella llamadas telefónicas, faxes, mensajes de texto en mi celular, llamadas en el Messenger; todo ello indudable muestra de el amor que me profesa, pero también motivado por el oculto objetivo de cerciorarse que su maridito no esté en ningun lugar que no deba ni con ninguna persona cuya compañía no sea aprobada. En definitiva me deja cortada la retirada, de toda suerte que - si yo repentinamente cambiara mi personalidad y desarrollase la urgencia de desbocarme cuando ella se ausenta - no pueda yo ni parpadear.

Pero, volviendo yo por mis fueros, les decía que siempre temo la llamada de algun conocido que me recuerda que me quedé soltero de manera provisional. Y la razón es que la ausencia de mi conyuge desencadena un terrible y vertiginoso proceso en el que se deshilacha la reconfortante tranquilidad de mi normalidad diaria. No estando mi esposa en casa, me aprovecho de la "flexibilidad" de horario y me quedo "blogueando" en la oficina hasta tarde después de cerrar mi negocio, o paso larguísimas horas jugando "Gran Turismo" frente al televisor en la casa. Cuando por fin noto que, de tanto estar frente a una pantalla, mis ojos empiezan a emitir un sonido rasposo al parpadear; me doy cuenta del primer síntoma de mi decadencia.

Otro indicador de que estoy sufriendo de la pérdida del norte rector - que mi esposa representa para mi - son los platos y vasos sin lavar que empiezan a apilarse en la cocina. Y ni siquiera sucede como resultado de que yo posea alguna habilidad culinaria whatsoever. Mi incapacidad para cocinar es mucho mas que evidente - no conozco a otra persona que consiga quemar el agua al calentarla. Cuando me quedo solo en casa me limito a pedir pizza a domicilio, a prepararme emparedados de jamón y queso, y redondeo la dieta con cereal (seco y directo de la caja a la boca, como Dios manda) y cerveza. Lo que me deja mas perplejo de todo el asunto es que, para el segundo o tercer día, pareciera que hasta la última pieza de la vajilla está apilada en la pirámide de trastos sucios que se yergue en el fregadero.

De allí en adelante todo es cuesta abajo. Misteriosamente se me empieza a olvidar rasurarme en las mañanas. Al vestirme me pongo lo primero que encuentro, y salgo a la calle con unas combinaciones de colores que me ganarían la desacreditación de cualquier gremio de espantapájaros. La cama se queda sin hacer, y cuando vuelvo a la casa en la noche ya ni me percato de que estoy dejando ropa sucia como sutil decoración en varios lugares del piso.

Y eso es solo lo material. Casi me da vergüenza confesar que, durante mi última soltería temporal, me sorprendí a mi mismo succionandome con fruición el pulgar; lo que solo consigo explicarme como la mas bizarra regresión, causada por la aguda deprivación afectiva con que me dejan los viajes de mi mujer. Mi fibra moral se desintegraba alarmantemente.

***

Siempre que llega el día en que voy a recibir a mi esposita al aeropuerto la recibo con un afectuoso y sincero:

- ¡Hola, mi amor! ¡Que falta me hiciste!

Y secretamente me regocijo de poder tenerla de nuevo a mi lado. No disfruto para nada el haber tenido que ser, de nuevo, un "soltero" provisional.

4 Comments:

Blogger ilana dijo...

Pero hombre! me has hecho reír tanto, no sabés. Oscarcito, querido, me acabás de comprobar exactamente lo que he estado diciendo desde hace mucho: uds. los machos nos necesitan de una manera muy desigual... son perros, mientras nosotras somos gatos...

11:05 a. m., noviembre 01, 2005  
Blogger Dean CóRnito dijo...

Oscar, Oscar, ¿qué te he de decir? Welcome to the club! Sin intención de imitar a Sole e Ilana, cada vez me sorprende más cuánto nos parecemos. Confieso que, por todo lo que ladra este perro (gracias, Ilana, I guess ;-), cuando mi mujer se va de viaje me quedo con el rabo entre las piernas, alicaído, con la pila de trastes por lavar creciendo a ritmo exponencial, y con suficientes tareas y compromisos hábilmente pautados por mi esposa para mantenerme ocupado y vigilado durante su ausencia. Y, como vos lo decís, todo por la remota probabilidad de que a estas edades cambie uno de personalidad y actitud (y apariencia, carajo) y se vaya a convertir en Don Juan.

2:55 p. m., noviembre 01, 2005  
Blogger Solentiname dijo...

Deberíamos patentar el poder de rehabilitación de la esposa de Oscar. Yo conozco más de uno al que le caería apenas perfecto el extreme makeover de cavernario a ser humano y sin riesgo de matrimonio!

Ah y además, doy fe ante vosotros hermanos, del estado de Dean sin la señora Córnito. Lamentable!

8:52 p. m., noviembre 01, 2005  
Blogger Floriella dijo...

Me rei todo el rato mientras leia, pobrecito vos, Osquitar!
Y andale! ahora entiendo las altas horas en la oficina...
;o)

12:11 a. m., noviembre 02, 2005  

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