<body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d15843670\x26blogName\x3dDe+Blogueros+y+Blogs\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dSILVER\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://blogersyblogs.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des_CR\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://blogersyblogs.blogspot.com/\x26vt\x3d-5470086084572619415', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>

29.1.06

IV Parte: Lo que piensa Agustín

No entiendo. He revisado su expediente una y otra vez, oído de nuevo las grabaciones de las últimas siete sesiones, releído mis apuntes y apreciaciones acerca de lo que me ha dicho en cada cita y no logro llegarle al meollo del asunto.
Soledad quiere una respuesta que yo no le puedo dar porque no la he encontrado todavía. Ella no muestra señales de depresión, más bien se le ve contenta con su condición y su “problema”. Vergüenza tampoco le da pues he notado un cierto dejo de orgullo cuando me cuenta de sus amoríos de una noche o de unas horas. Su comportamiento no es una patología que se le pueda achacar a la codicia o al amor por el dinero pues su status social es más que aceptable y vive muy bien con la herencia que le dejaron sus padres. Tampoco es furor uterino, eso está descartado, porque si fuera así no podría parar de coger y lo haría indiscriminadamente; y ella es muy selectiva. Me estoy partiendo la cabeza tratando de hallar una respuesta porque me parece que ella la necesita y no sé porqué, pero creo que la necesita oír de mis labios.
¿Qué la trajo a mí? Todavía me lo pregunto. Después de tantos meses de tratamiento, no deja de sorprenderme con sus ocurrencias, sus historias, sus amores efímeros y su inteligencia. En efecto, es una mujer muy inteligente. Y muy bella. Tiene unos ojos color café claro inmensos. Son tan expresivos que parece que cuando habla no mueve la boca sino los párpados; por lo menos eso me parece a mí. Talvez parte de la culpa de que no le llegue a su problema sea de esos ojazos, que me distraen cuando debería de estarle prestando toda la atención del mundo para que mis divagaciones estúpidas no tergiversen el tono de mis notas. Porque cuando vuelvo a ellas, una vez que Soledad se ha ido dejando tras de sí una estela de perfume de jazmín en todo mi consultorio, ya no tienen el sentido que tuvieron cuando ella las dijo. Algo se queda siempre perdido en la transcripción y cuando me doy cuenta ya no la tengo al frente para preguntarle o ahondar en mis dudas. Y entonces me quedo largos minutos viendo fijamente mi cuaderno como si por verlo fueran a saltar hacia mí, de repente, todas las respuestas.
Es que, además y encima de todo, me cuesta tanto concentrarme después de que se va. El otro día me sorprendí a mí mismo viéndole los labios como si fuera la primera vez que los veía. Abre la boca para hablar y la maneja con el desenfado de quien no le importa un pepino lo que piensen los demás acerca de lo que está diciendo.
Yo sé que sentada en la butaca de mi oficina, conmigo al frente, se comporta más desinhibida que de costumbre; lo cual es también perturbador, máxime cuando vuelven a mi cabeza las palabras de la bendita carta esa que me envió. Tuve que hacer un esfuerzo supremo para no dejar salir mis apreciaciones personales al respecto, en la sesión siguiente al recibo de la misma. Es que creo que hasta me ruboricé cuando la topé de frente esa vez en el consultorio, sentada a pierna cruzada en la butaca de costumbre, dejando a la vista una rodilla y una pantorrilla de líneas casi perfectas, exceptuando la pequeña cicatriz a un costado de la corva; toda ella infundada en un vestido rojo de escote pronunciado que dejaba entrever la redondez de sus pechos morenos. Espero que haya pensado que mis colores eran tan sólo el reflejo de su vestido; aunque me pareció ver una sonrisa llena de malicia aflorar a sus labios.
A veces creo entender a Soledad en su errática búsqueda de algo que le llene esos vacíos que siente. Muchas veces la compatibilidad sexual se disfraza de amor y entonces es difícil hacer una discriminación certera. Lo digo yo, que he probado mil cuerpos de mujeres de todos los tipos, tamaños, colores y sabores. A algunas las he creído amar, pero luego me he dado cuenta de que ese hilo tan delgado que marca el límite entre el amor y la química es muy difícil de distinguir, y por lo general nos lleva a errar en nuestros juicios. La comprendo porque he caído muchas veces en ese error y aún hoy no puedo decir que podría diferenciar con seguridad un caso de amor de uno de química pura. Sé que van de la mano, pero dónde empieza uno y dónde acaba el otro o cuánto de uno y cuánto de lo otro compone la receta ideal, es algo que no puedo decir.
Ahora, por ejemplo, puedo asegurar con toda la propiedad del caso que Soledad me transmite una química poderosamente inquietante. Por eso trato de mantenerme de este lado del escritorio cada vez que viene a cita. Porque me conozco más que bien y sé que en estas cosas los impulsos son, casi siempre, mucho más fuertes que la razón y la ética. Porque, igual que ella sueña conmigo, yo sueño con ella. Sueños bastante pesados, debo agregar. Pesados porque me despierto con la sensación de que ocurrieron de verdad. Sueño que la tengo en mi poder, que se convierte en mi manjar; que mi lengua la invade como un cáncer para poseerla toda y reclamarla para mí solo. Despierto con su sabor en la boca y con su olor, que se me antoja dulce, clavado en la nariz; aunque no la he probado ni conozco su olor verdadero, el olor de su piel, de su sexo. Me chupo los labios al despertar de un sueño con ella porque siento que acabo de besarla y la sensación es tan vívida que juraría que no fue un sueño. Pero despierto y no es ella quien está a mi lado, entonces sé que no fue real.
Tengo que autoprogramarme para no pensar en ella. No puedo. No debo.
Además, yo soy su doctor y ella es mi paciente. Punto.

7 Comments:

Blogger Solentiname dijo...

voy con el copy right de lo de furor uterino... y quén sigue con la historia? Oscar, Ilana o yo?

11:02 a. m., enero 30, 2006  
Blogger Oscar dijo...

Valió la pena sentarse un rato a esperar el presente "installment" de la novelita colectiva. Me da una lástima el pobre de Agustín, lo tienen sentado en ascuas! O, como se dice por estas latitudes, enjuagado y sin beber.
¿Uds. que opinan si la próxima entrega se la encargamos a Tugo? Sabemos que talento e inspiración le sobran, y creo que todos estaríamos mas que complacidos de volverle a ver por el blog ¿no?

12:34 p. m., enero 30, 2006  
Blogger Solentiname dijo...

Voto a favor. Que la escriba con la mano zurda....

1:34 p. m., enero 30, 2006  
Blogger ilana dijo...

pero que escriba con tinta, no... pues... una des esas tugobombas, cachai?

Flor!!! Guawwww, hasta a mí se me antojó la soledad ;)

11:59 p. m., enero 30, 2006  
Blogger Floriella dijo...

e-rick, mientras no se revuelquen en el piso porque ¡qué duro! (a no ser que tenga alfombra, jejejejeje)
Ozzie, gracias.
Sole, apoyo la moción de Ozzie también, que alguien le avise al Tugombardero.
Ila, ¿viste que él también sueña con ella? aaaayyyy, qué romántico...

7:20 p. m., febrero 01, 2006  
Blogger cantares dijo...

Me gusta este relato...sobre todo porque quedan en el aire algunos
detalles intrigantes:

-Soledad, la mujer fatal, busca explicaciones a su conducta...inteligente, bella,
y disfruta de lo que hace que es entregarse a amantes nuevos sin limite ni discriminación...
Llegamos a saber que aunque decide ir al psicólogo, aduciendo ciertos "vacíos", al mismo tiempo ella se sentía alegre con su forma de vida.
-El psicólogo nunca dice el contenido de la carta de Soledad...y nos quedamos deseando saber que dijo.
-En el relato, el psicólogo no llega a decir en definitiva lo que piensa clínicamente de la mujer, y solo dice lo que ella no es...pero no aparece una conclusión concreta.
--El psicólogo cree que ella sueña con el, lo cual no es corroborado por Soledad, pues el relato nos llega contado desde la perspectiva del doctor.
La respuestas a estas interrogantes no se dan, pero no son necesarias...porque la intriga es lo que le da validez a este relato.

Mientras el psicólogo cavila entre la ética y la atracción que le causa Soledad, nosotros queremos pensar que ella acude a su consultorio para conquistarlo a el, que se supone conoce bien la mente humana, y lo hace como una treta mas para corroborarse a si misma que en medio de todas sus conquistas amorosas, el otro es lo que la ratifica como mujer, el otro es ella desdoblándose, confirmándose, volviéndose la mujer-universo, la diosa-madre, la poseedora, la dueña de todos los hombres y todos los penes, y también de todas las vaginas, porque en el fondo todos los dioses son bisexuales y hermafroditos. He ahí la identidad de Soledad y la de todas las mujeres que como ella buscan llenar con amantes de todos los tamaños y colores los supuestos vacíos existenciales que padecen. Entre los hombres están los don Juanes y Casanovas cada uno con su identidad particular. Entre las mujeres que son como Soledad se les conoce como "devora hombres", las diosas que engullen a los hombre en la boca húmeda de su sexo insaciable.

9:27 p. m., febrero 08, 2006  
Blogger ilana dijo...

joel, interesantísimo el analisis, pero lo que pasa es que estás en el cuarto capítulo :)

6:17 p. m., febrero 10, 2006  

Publicar un comentario

<< Home