<body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://draft.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d15843670\x26blogName\x3dDe+Blogueros+y+Blogs\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dSILVER\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://blogersyblogs.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des_CR\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://blogersyblogs.blogspot.com/\x26vt\x3d-5470086084572619415', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>

25.1.06

La Duda

Eduardo la conocía de toda su vida. Ella y él eran amigos entrañables de esos que se cuentan todo, que comparten alegrías al igual que sobrellevan las penurias del otro como si fueran propias. Cuando conversaban, intercalaban chistes privados en sus diálogos: códigos que solo entre ellos hacían sentido para ellos dos y que, con toda seguridad, irritaban a quienes les escuchaban sin comprender de lo que se hablaba. El la quería -y se sabía correspondidoen ese sentido- con ese cariño que muchas veces existe solo entre hermanos y, aunque fueran hijos de diferentes padres y madres, la consanguinidad verdadera no hubiera podido hacer ese afecto mas fuerte de lo que era.

Eduardo se había dado cuenta un día por casualidad de que, repentínamente, sentía algo mas por Laura. Fue durante una de esas veladas que tenían con frecuencia en las que compartían la noche con otros amigos, en las que saboreaban algo de comer, algo de beber, algo que fumar, y mucho de buena conversación. Eduardo se sorprendió a si mismo observando a Laura de manera algo furtiva cuando ella no le veía. Cayó en cuenta en ese momento de que albergaba dentro de si un profundo y creciente deseo por ella.

Desde esa noche se hizo patente en él la presencia de claras señales que le confirmaban su sospecha. Él se complacía siguiendo con la mirada -mientras contenía el aliento- la parte de la piel de ella en que se fundían las líneas de la mandíbula y el cuello, y se imaginaba trazando esas formas suavemente con el dedo. Cuando estaba cerca de ella, aspiraba con deleite el aroma de su cabello, que se mezclaba delicadamente con el suave perfume que ella usaba y el olor de hembra que de ella manaba. Cuando ella le tocaba de manera casual o él ponía su mano contra ella, sentía un calor a la vez insoportable y delicioso, y se imaginaba que ese calor disolvía el género que se interponía al contacto directo entre ambas pieles. Cuando se abrazaban, él adivinaba en cada centímetro de su propio cuerpo las formas firmes y tentadoras del cuerpo de ella.

A partir de esa noche, Laura no se apartaba ni un instante de sus pensamientos. Soñaba dormido al igual que despierto en las miles de formas que ansiaba hacerle sentir a ella la pequeña muerte, y en la infinita cantidad de maneras que ella podría mostrarle los rostros de Dios a él en un lecho.

Al cabo de un par de meses, una noche Eduardo se cuestionó a si mismo el porqué de su propia indecisión, de porqué dudaba en compartir con ella sus recién descubiertos sentimientos. Eduardo no temía la posibilidad de que sus eventuales avances fueran rechazados por ella. Él se consideraba a si mismo el afortunado poseedor de una personalidad balanceada, y el rechazo no le causaba ningun daño irreparable en su autoestima. Tampoco temía que la amistad incondicional que compartía con Laura pudiera sufrir si él le revelaba a ella lo que ella le provocaba sentir. Si ella le rechazaba, él estaba seguro que ella sabría seguir queriéndole de la manera en que siempre lo había hecho.

Al cabo de mucho pensarlo, Eduardo finalmente arribó a la única conclusión posible. Él no comprendía realmente el porqué, pero lo que lo frenaba realmente en su intención de seducir a su entrañable amiga Laura era la posibilidad -precisa e imposiblemente ironica- de que ella le correspondiera y le dijera que si.

7 Comments:

Blogger ilana dijo...

Me suena, me suena... como siempre que nos das la gracia de tus palabras, contado de una manera exquisita!

9:01 p. m., enero 25, 2006  
Blogger Solentiname dijo...

A ´mí también me suena, y me suena MUY CERCA!

6:25 p. m., enero 26, 2006  
Blogger Oscar dijo...

No será que Uds. dos entienden lo que quieren entender?
;)

6:49 p. m., enero 26, 2006  
Blogger Floriella dijo...

JAJAJAJA, qué par de viejas más mal pensadas! Ya están emitiendo juicios por el texto. Y después dicen que soy yo la de mente arrabalera...
Ozzie, genial, qué cuentito más bonito. ¿Ves porqué te digo que deberías sacar más tiempo para escribir?

7:53 p. m., enero 26, 2006  
Blogger Solentiname dijo...

Yo el único juicio que tengo es que OSCAR ME ESTA ESPIANDO CUANDO VOY A DONDE EL PATAN!! y encima le cuenta al mundo!

11:18 p. m., enero 26, 2006  
Blogger ilana dijo...

Es lo que estaba pensando yo, justamente!

4:35 a. m., enero 27, 2006  
Blogger Oscar dijo...

No, Solezita!! No te espío, palabra! El cuento iba por otro lado completamente y cualquier similitud con personas o situaciones de la vida real es completa casualidad... (o no!). Por otro lado, sabes que por culpa de tu paranoia (se te está pegando de Otrova), el otro día me diste mas información de la que sho preguntaba? Vos sos la que dejás escapar detallitos, no es porque yo te espíe!

9:45 a. m., enero 28, 2006  

Publicar un comentario

<< Home